Árboles sagrados de Europa


   Si en tu camino hallas un denso bosque de árboles ancianos, más altos de lo habitual, que con sus espesas ramas entrelazadas oculta la visión del cielo, la gran altura de esa arboleda y el misterio del lugar y la admiración que te provoca su sombra tan densa e ininterrumpida son testimonios de la presencia de una divinidad.
Seneca, Cartas a Lucilio

No soy un experto botánico de árboles; me considero más bien un admirador del reino vegetal, de su belleza, de sus formas, sus colores, sus aromas.

Me fascina el bosque; cuando me relaciono con él siento que estoy en mi hogar verdadero, aquel lugar donde encuentro armonía, donde mi energía se recompone, descansa, recupera. El bosque está lleno de vida, pero no es solo un ecosistema complejo, regido por un orden y un equilibrio perfecto. El bosque que es la manifestación de una conciencia muy antigua, de una inteligencia viva que tiene sus ritmos, sus leyes, sus modalidades.

Hoy en día el ser humano está perdiendo su conexión con los elementos naturales, no habla con la naturaleza, pero no fue siempre así. Si miramos hacia nuestro pasado de especie humana, descubrimos que hubo un tiempo en que manteníamos una estrecha y proficua relación con los árboles. Las culturas antiguas sabían que eran el aspecto visible de una inteligencia vinculada a la madre Tierra y por eso los consideraron seres divinos. Para los Celtas, los Germanos, los Griegos, los Etruscos, los Celtíberos el bosque fue un lugar sagrado donde practicaban rituales, fiestas o reuniones políticas.

Los árboles primero fueron divinidades y luego, cuando los dioses tomaron aspecto antropomorfo, se convirtieron en su hipóstasis vegetal, manteniendo de esta manera un halo sagrado. Dendrolatría significa literalmente culto a los árboles, un culto que fue presente en toda Europa, desde el norte hasta la cuenca del Mediterráneo. 

Árboles sagrados de Europa es un recorrido por las antiguas tradiciones sagradas de los pueblos europeos. Guías de este viaje son doce árboles, seres de los cuales tenemos mucho que aprender, pues la conciencia arbórea es mucho más antigua que la conciencia humana.

Doce árboles me hablaron, me contaron historias, me conectaron con dimensiones sagradas, con el inframundo, con la magia de la naturaleza y sus seres, con fuerzas primigenias y creo que es mi deber dar a conocer su hermosa historia. Es momento de dar nueva voz a los mitos de los antiguos, de revivir a los seres arbóreos, encender de nuevo la sacralidad de estos entes energéticos hacia los cuales siento especial respeto, admiración y cariño.